COCO
TEA & WINE:
LA
HISTORIA DETRÁS DE LAS TAZAS
Caía la tarde y con ella llegaba el frío que
acompaña casi siempre en horas vespertinas a la zona de El Hatillo, sector que
forma parte del mapa de La Gran Caracas pero que a la vez pareciera distante no
sólo por la autopista que lo separa, sino por
el tráfico constante que permite acceder a él de forma muy lenta. Por
las escaleras mecánicas del centro comercial ubicado en la zona cercana a la
plaza tradicional del poblado subía una mujer bellísima, como salida de una
casa de modas europea. Su foulard ondeaba a medida que ascendía, llevaba un
sombrero en la mano, se acercaba a la pequeña casa de té ubicada en el 5to piso
del edificio. La dama llegó por recomendación, quería comprobar lo que le
habían comentado.
Como siempre la mesa fue servida con esmero para
colocar el festín de sabores y el paseo de olores que desprenden de las teteras
con diversas infusiones. La taza escogida para la función de esa hora fue una
muy especial. Había pertenecido a una dama de la “Caracas rancia” en el día de
su primera comunión.
La mujer dio el primer sorbo y reconoció la pieza
que tenía entre sus manos. Preguntó por ella al dueño del local quien
personalmente atiende a sus comensales, y él sonriente contestó que esta especial taza
era un presente de su madrina. La memoria vino a ella “yo estuve en esa primera
comunión” dijo. El resto de la merienda la dama disfrutó de los pocos rayos de
sol que se colaban por el tragaluz del techo, probó las delicateses servidas en la mesa, escuchó
temas la jazzista Ella FitzGerald y se embulló en sus recuerdos. Al final de su velada se fue complacida. La señora
era Alicia Parés Urdaneta viuda de Estrada.
Relatos como este son los que pueden contar las
1.080 tazas que forman parte de la colección de David Hernández, un museólogo
con vocación por el servicio que afirma ser feliz porque hace lo que le gusta,
“esta es mi fiesta y mis clientes son mis invitados”.
Coco Tea and
Wine es uno de los locales más particulares de Caracas, allí se pueden
escoger entre unas cien infusiones traídas de la india y otros países lejanos;
sobre la mesa se colocan caviar sobre pétalos de rosa, uvas rellenas de mostaza
Dijon, palitos envueltos en jamón serrano, manzanas verdes con bolitas de queso
de cabra, dulces variados, frutos secos… las tazas para tomar el té pudieron
haber pertenecido a Rómulo Betancourt, Gerald Ford o Miguel Bosé. El ambiente
invita a relajarse y vivir la fantasía que se revela ante los ojos. David
comenta su propósito: “yo no pretendo nada con esta merienda, solo que
disfruten”.
Cuenta quien aprendió de té gracias a una maestría
en Inglaterra, pero más por su convivencia con una familia londinense que lo
acogió, que esta infusión va más allá de sus propiedades sobre el cuerpo
humano; para él y para quienes visitan su local, este es el momento de
relajarse, el ritual donde dejan atrás las preocupaciones, donde se cuentan los
secretos, donde se celebran los éxitos. Así lo afirma Lolita Octavio, quien con
sus amigas asiste cada miércoles puntual a las cuatro a disfrutar de una
tertulia en este café. Ella es una de las comensales que regaló a David una
taza, él dice que algunas las ha obtenido en subastas, otras son obsequios muy
preciados.
La de Lolita perteneció a su bisabuela, es una
particular pieza de colores vivos donde predomina el rojo y el azul, el plato
tiene una original forma ovalada que permite colocar galletas pequeñas a su
lado cuando se sirve el té. La vajilla fue traída especialmente de Japón para
la conmemoración de la hora del té en su familia: “Mis cuatro abuelos tenían
diferentes nacionalidades, y los unía precisamente este ritual. Ese momento era
sagrado en mi casa, todas las actividades se paralizaban y mis recuerdos más
hermosos giran en torno a esas horas: mi abuela haciendo polvorosas, los mayores
conversando, la gente querida reunida”.
Así estos relatos van saludando de mesa en mesa en
boca de su anfitrión. David dice que sus tazas parecieran tener vida y escoger
al cliente para contar su historia a través de sorbos. ¿Cuánto no podría saber
de la política de este país la vajilla que se colocaba sobre el escritorio de
Pérez Jiménez en sus reuniones?, ¿qué cuentos de amor, de decepción, o cuantas
decisiones se habrán tomado ante cada una de las tazas que se exhiben en sus
mostradores? En forma de pregunta responde David Hernández a su afición de
coleccionarlas, cuidarlas y compartirlas cada tarde en su fiesta particular en
el último piso de un centro comercial que ve apagarse el día a través de su
claraboya en una de las poblaciones más
tranquilas de una capital que pareciera muy salvaje.
Texto: Erika Paz
Fotos: Raymar Velásquez
@raymarven raymarvelasquez@hotmail.com
LAS
COORDENADAS
Coco Tea & Wine
5to Piso
Centro Comercial Paseo El Hatillo
LOS DATOS
-
Una merienda de té para 2 personas puede costar
600 Bs
-
El local atiende un poco más de 30 comensales
por día
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