jueves, 26 de diciembre de 2013

MI HOGAR EN TIEMPOS MODERNOS


 Historias de la Tierra 

Valera fue la pequeña ciudad donde me crié, el sitio escogido por mi padre para establecerse una vez salimos de Colombia. Él decía que este lugar le permitía estar más cerca de la familia porque sus centros de trabajo (él era comerciante) estaban en Maracaibo, Barquisimeto, Mérida, Barinas. La verdad es que igual siguió viajando y lo veíamos poco, pero el tiempo que nos dio siempre fue de calidad, de extrema calidad.
He vuelto, siempre vuelvo por una u otra razón, pero hace poco regresé para grabar un programa y quede agradada, contenta con el empeño que le están poniendo sus habitantes al tema del turismo; quieren que la ciudad compita en esta materia, quieren hacerle saber a los visitantes que ellos están creciendo pero que continúan teniendo ese aire de intimidad, de cercanía que los caracteriza.
Comencé como siempre visitando el Mercado Principal y aquí explico la razón por la cual siempre asisto a esos espacios. Le pedí a mi papá Ramiro Paz que me acompañara a hacer ese recorrido. Este gran hombre, obvio que lo diga es mi padre, considera que sociológicamente estos centros de acopio determinan en parte el comportamiento de las sociedades. Dice que aquí se despacha gran parte de lo que produce una tierra y que este es el lugar donde se reúnen ricos y pobres sin distinción para obtener lo mismo: víveres.
Con el recorrí los pasillos de un lugar que tiene más de cuarenta años en el mismo sitio, que es convulsionado, escandaloso mas bien. Saludamos a varios de los amigos que visita cada domingo cuando hace sus compras. Como en todos los mercados, se encuentra la zona de las verduras, En Trujillo se siembra gran parte de ellas;  el sector de La Puerta, Boconó y otras partes frías ofrecen zanahorias, lechugas, papa. En la Zona Baja se cultiva cambur y plátano. La ganadería es otro de los fuertes de esta región y aquí se consiguen diferentes cortes de carne. En este centro hay flores, el acostumbrado pasillo esotérico, la sección de cominos muy propia de los estados andinos y una particular: la esquina del picante.
Quien lo atiende es Leonel Abreu, quien  ya no se acuerda cuando llegó al mercado, pero si tiene presente el nombre y rostro de sus clientes, aquellos que siempre llegan a buscar la mezcla que lo ha hecho conocido durante años, un preparado para colocar sobre las comidas que lleva ají chirere, ajíes forotes, dientes de ajo, ramas de cebollín, orégano, suero de leche de vaca y flores tiernas de maguey. A esto le llaman picante trujillano, un producto lo suficientemente fuerte como para generar una gran combustión en la lengua de quien lo pruebe. En el puesto de Leonel, se pueden encontrar los envases listos o los ingredientes para esta y otras preparaciones. Reconoce el que el Mercado es viejo, que tiene fuerte fallas en la estructura, pero dice que ha sido su sitio de trabajo y el de otros noventa vendedores toda su vida.

Caminé un rato el centro, tan desordenado como en mi adolescencia, incluso más. Grabamos la fachada de la llamada Catedral de Valera, una estructura de estilo  neo gótico, de color gris, con agujas que se empinan en su techo tratando de alcanzar las nubes, con  vitrales europeos  que hablan en imágenes de santos. Su  mayor problema es estar ubicada frente a una sucia Plaza Bolívar, olvidada por los gobernantes y descuidada por quienes la transitan.

Seguimos hacia la zona norte de esta comunidad. Aquí la  ciudad se divide drásticamente en arriba y abajo, por supuesto abajo se encuentra el lado más descuidado del poblado. En la parte de arriba se ubican las viviendas más grandes y acomodadas y en algunas de ellas se instalaron restaurantes, así se ha venido creando de forma empírica una especie de corredor gastronómico a lo largo de una de las avenidas valeranas. Locales que venden carnes, pizzas, heladerías, cupcakes, pastas abren sus puertas luego de mediodía para esperar a los comensales. Uno de esos personajes que suben la Santamaría cada día es Rafael Lameda, un  valerano que regresó a su pueblo después de vivir varios años en Estados Unidos porque asegura que la tierra lo llamó. En Miami entre hacer una cosa y otra para sobrevivir descubrió la cocina, estudió un tanto y trabajó otro poco, regresó con la idea de honrar sus raíces italianas y ofrecer una propuesta que permitiera a su gente contar con un sitio a la altura de las grandes ciudades. En Calabrese se sirven panes y pastas hechas en casa, se ofrecen carnes, pizzas y hamburguesa. Ricardo se emociona cuando habla de su cocina, que es ordenada, amplia y limpia; así dice que la soñó. Su receta de la pasta rustica es deliciosa, lleva champiñones, brócoli, pimientos previamente horneados, no tiene salsa y se acompaña con un buen trozo de carne. Verlo cocinar y hablar de su ciudad es comprender que aún hay quienes deciden apostar a un suelo, a una esperanza.



Valera es una ciudad caliente, los que no la conocen creen que por estar ubicada en Los Andes el clima es amable, pero resulta que sucede todo lo contrario. Su calor es abrasante y por eso muchos visitantes comienzan a ascender la montaña para conseguir un poco de frío. Lo más cercano es dirigirse hacia la población de La Puerta, pueblito ubicado a unos 35 minutos de la ciudad, famoso por ser el lugar que visitan los marabinos que escapan del calor los fines de semana. Antes de llegar ahí se encuentra la urbanización de San Isidro y en esta se ha creado magia en la última década. Los vuelos en parapente llegaron para quedarse y cada vez son más los que se suman a disfrutar de esta actividad que juega con la adrenalina del ser humano a su antojo. Alejandro Cornejo (https://www.facebook.com/alecornejov?fref=ts) no es pionero, pero si uno de los que le ha puesto más corazón al asunto. Dice que cuando pequeño el volaba papagayos y soñaba que podía ir en uno de ellos, el poder de la mente es tan grande, que lo logró. Se acercó a esta montaña en el 99, hizo los cursos y fue perfeccionándose. Los vuelos con este piloto son tranquilos, seguros, llenos de anécdotas y descripciones de las montañas mientras se está arriba. Tanta confianza me inspiró que le confié una de mis afectos más preciados, mi hija mayor. En vuelos de 15 minutos pudimos sentir el viento contra el rostro, la sensación de libertad al extender los brazos en el aire, la grandeza de la naturaleza vista desde arriba. Alejandro sonríe complacido de ver contentos a sus copilotos, espera que este deporte ponga a su ciudad en el mapa de atractivos turísticos de Venezuela.



Seguimos la vía para descubrir nuevos espacios de esparcimiento que han soñado emprendedores, gente que quiere que esta tierra eche para adelante. Los Molinos de Amadeos(https://www.facebook.com/losmolinos.deamadeos?fref=ts) es uno de ellos, su dueña, Blanca Torres dice que ella  pasaba y miraba el terreno donde hoy se encuentra el complejo, visualizaba un poco menos de lo que hoy en día es. Invirtió cada ganancia, pidió préstamos y levantó una estancia que además de buen gusto en su decoración cuenta con espacios de entretenimiento como piscina, paseos a caballo, parque y un restaurante de carnes, si de carnes. Afirma que su mayor logro es haber involucrado a la comunidad en su proyecto, pues sus vecinos se han convertido en socios montando pequeños negocios dentro de las instalaciones de Los Molinos.





Así como ella, hay más personas que ven el potencial que tiene esta tierra, y nuestra ultima visita fue a el Hotel Cordillera (http://www.cordillera.com.ve/) ya en la población de La Puerta. Es grande, cómodo, bonito y proporciona más de 100 puestos de trabajo a los habitantes de ese pueblo. Así que los habituales pueden seguir disfrutando de las fresas con crema, el chocolatico caliente, el calentaito, el paseo por la plaza, la compra de artesanía y al final de la jornada ir a descansar  a un espacio de calidad. Esa es la palabra que utilizan los habitantes de este estado para referirse a las cosas que les parecen buenas, calidad. Yo la siento ordinaria al escucharla, pero la verdad nos e puede negar que en esta tierra hay quienes tratan de hacer productos de calidad, con visión de futuro y con amor al suelo que pisan. 



lunes, 7 de octubre de 2013

LOS CUENTOS DE MI TIERRA / LOS ROSTROS DE TRABAJO DE GALIPÁN


Galipán se encuentra prácticamente frente a  los ojos de quienes vivimos en Caracas, en la vertiente norte de apreciado Ávila. Su gente trabajadores de la tierra, encontraron en el servicio turístico otra forma de dar vida a su espacio. Entre flores, la neblina y las montañas los Galipaneros van crean su propia historia.


La comunidad de Galipán comenzó a formarse hace unos 200 años, cuentan los galipaneros. Personas provenientes de las Islas Canarias convirtieron a este sitio en su casa. Solo veintiún kilómetros separan a este poblado de la convulsionada Caracas y basta solo emprender la subida a través de la zona de cotiza y superar la parada de Los Venados para sentir como cambia el ambiente, que no sólo se traduce en el clima, sino también en la tranquilidad con que sus habitantes caminan sus días. Trabajan fuerte, se inventan cosas cada día, creen en la fuerza que tiene su entorno y como esto se traduce en energía positiva para todo aquello que emprenden. Ciertamente Galipán está muy cerca de la capital, pero el temperamento de su comunidad dista mucho del que tienen los capitalinos. Estos ingeniosos pobladores se las ingenian cada día para ofrecer elementos que atraigan a los visitantes los fines de semana.



El Pan que Ayudan a Cocinar los Ángeles
Johan Toro cree en el cielo, el cosmos y todo aquello que signifique gracia divina. Pero sobretodo tiene fe en aquella fuerza superior que para él tiene el nombre de Dios. Gracias a Él asegura haber obtenido todo lo que hoy lo hace feliz, cocina porque  se siente creador cada vez que lo hace, experimenta nuevos sabores y texturas para superarse a sí mismo. Por estos días emprendió la aventura junto a su socia Luisa Bello de abrir una panadería en lo alto de la montaña. Y así nació Galipán Deli un pequeño café y taller de panadería donde explica Johan que se cocinan estas masas de harina con los elementos que la naturaleza le provee. Sus productos saben a Galipán, porque solo tiene que salir al jardín de su casa para tomar el romero que le servirá de sazón a uno de sus panes. Los artesanales de Toro juegan con la menta, el orégano y su ingrediente preferido: el cacao. “Yo digo que todo lo que es este lugar se lo debo al pan de cacao, porque la gente lo prueba y experimenta un sabor que no conoce pero que se le hace muy agradable”.
Mis hijos vivieron la experiencia de cocinar pan con Johan, agregaron los ingredientese n bol,mezclaron,amasaron y vieron como sus bolitas de harina subían en el horno y tomaban forma. Sus rostros se iluminaron cuando vieron sobre bandejas panes de distintas formas, tonos y sabores que sabían habén ellos ayudado a preparar. Johan sonríe porque le gusta enseñar, le gusta que quien viene a su negocio sea feliz a través de un tema tan universal como  la comida. 







La Dulzura de Nela y su Chocolate
Las Montañas de Galipán están ubicadas a unos 1.700 metros de altura. Desde ellas se puede ver el verde del bosque y desde algunos puntos el mar, su bruma y los barcos en su arribo. En cada espacio se ven las flores , la magia. Eso dice Nela Moser que fue lo que la trajo a este paraíso. Trabajó en publicidad toda su vida y de pronto decidió dar un cambio drástico y devolver en servicio todo lo que su carrera le había dado. La primera tarea era establecerse y así consiguió un terreno donde levantar su casa, que ahora formada muestra los más puros materiales de la zona: madera, fibras materiales, barro y  piedra. Este acogedor hogar es también la sede de su taller “Pichacho” donde ella asegura todos trabajan contentos. “Aquí no hay prisa, si algo sale mal, se vuelve a hacer, porque todo debe ser perfecto o por lo menos acercarse a ello”. En Chocolates el Picacho se elaboran bombones artesanales con chocolate de leche, oscuro y blanco. Nela y sus dos ayudantes, dos jóvenes que también viven en Galipán dan rienda suelta a su imaginación cada día ingeniándose formas de presentar los dulces y así estos se ofrecen en cajas, bolsitas, rellenos y bautizados con particulares nombres.
La montaña le dio tanto a Nela que hasta escribió un libro. Un cuento donde una princesa recibe un regalo, una torta de chocolate. Y allí sigue la historia entre duendes, cocineros y otros fantásticos personajes  que recorren las montañas de Galipán y otros espacios de la geografía venezolana para encontrar el ingrediente perfecto: el cacao.



Familia Unida
Es la imagen que se lleva quien visita Granja Natalia, un restaurante que tiene más de 11 años escuchándose en las tierras de Galipán. Ha pasado por transformaciones y  su dueño Ángel Sánchez Medina entró y salió,  y ahora nuevamente está cerca de los suyos cocinando. Ofreciendo a los comensales su influencia francesa y tailandesa. Su padre le ayudándole en las brasas, la madre, se siente orgullosa de sus hombres. En Granja Natalia se pueden comer ensaladas, carnes, pollo, deliciosos postres,  una cocina muy elaborada con aromas de jazmín, con hierbas, con nombres que solo entienden los chef, pero hay algo que nunca falta y que siempre encanta: La Sopa Natalia. Esta es una crema hecha a base de tomate, con zanahorias, cebollas y ajos. Almendras fileteadas la adornan. Resulta tan familiar como el concepto que maneja este restaurante galipanero donde se muestra el trabajo de un grupo de personas unidas por algo más que el apellido.



La Locura más Hermosa
Esa es la que demuestra Zoe. El encontró también su fuente de trabajo en la montaña y de ella dice tomar la inspiración para dar vida a su obra. El Museo de las Piedras Soñadoras es un lugar donde la gente puede saltar, caminar, respirar y jugar como si fuera niño. Gonzalo Barrios se hace llamar Zoe y dice haber creado el primer y único museo ecológico del mundo. Lo formó con piedras de mar y se imaginó a la mujer como creadora de vida cuando diseñó sus piezas. Allí el visitante debe entrar descalzo para sentir la naturaleza desde los pies, armar esculturas con piedras, caminar sobre ellas, sentarse a mirar el mar desde la posada. Además en cada grupo que entre debe haber por lo menos una fémina.  Zoe los guía y  ayuda a “concentrar sus energías”, según dice. No le molesta que la gente lo haya tildado de loco, pues asegura que el tiempo le ha dado la razón e instituciones universitarias y ministerios valoran y publican sus trabajos. Barrios adoptó esta como forma de vida, cuando sintió que los árboles, sus hojas, la tierra que pisaba se formaba en un solo ser con él. Asumió el  estudio de la naturaleza como universidad y comparte ahora sus conocimientos con aquellas personas que llegan a visitarlo.







LAS COORDENADAS
-          Galipán Deli: Espacios de Posada Miradas. Sector San Antonio de Galipán (58)426-7977295 @GalipánDeli
-          Granja Natalia: En la vía hacia la Guaira después de la Gruta de la Virgen (58) 414-2723005 @granjanatalia
-          Chocolates Pichacho: Cercano a la Gruta de la Virgen de La Rosa Mística (58)414-2633487  chocolates@picacho.com.ve

-          Museo de las Piedras Soñadoras: (58)416-6288874 / 416-7205653

Texto: Erika Paz
            @erikapazr
            @cuentosdmtierra
Fotos: Raymar Velásquez
            @raymarvelasquez

sábado, 5 de octubre de 2013

TEMA MUSICAL: LOS CUENTOS DE MI TIERRA

Tiempo sin pasar por aquí, pero no ha sido falta de cariño, sino empeño de querer seguir mostrando nuestra tierra bonita, que ahora se las llevaremos a través de la señal de Globovisión todos los domingos a las 10:30 am. Les dejamos por aquí nuestro tema musical, letra y música de nuestro gran amigo Héctor Martínez, vocalista de la banda Caseroloops. Editado por el mejor: Raymar Velásquez


viernes, 6 de septiembre de 2013

LA NOSTALGIA DE ALMIRANTE PADILLA / LOS CUENTOS DE MI TIERRA

 LA NOSTALGIA DE ALMIRANTE PADILLA


Desde el puerto del Moján salen lanchas cada 20 minutos durante los fines de semana hacia  San Carlos y Zapara, son turistas que visitan esta isla que en realidad es Península, y se une a tierra firme por una pequeña porción de tierra que solo es visible cuando baja la marea. Ellos van a disfrutar de esa interesante mezcla de agua salada y dulce que proveen sus playas y se ubican justo en la frontera entre el golfo de Venezuela y el Lago de Maracaibo. El resto de los días las grandes lanchas con capacidad para unas 30 personas se dedican a trasladar a los habitantes de los pueblos del municipio que vienen a aprovisionarse de víveres, estudiar o visitar a alguien en las ciudades. Este pueblo conforma junto a otros trece islotes el municipio Almirante Padilla, un espacio que produce melancolía al conocer a su gente y escuchar sus relatos

Leonel Va y Viene
Así dice este lanchero cuando se le pregunta de qué trata su trabajo; Leonel López se dedica al oficio de trasladar gente desde hace unos ocho años. Llena su bote de estudiantes que van de una isla a otra dependiendo del grado que cursen, maestras que vienen desde El Moján a enseñar, comerciantes que cargan su embarcación con la mercancía de atender al turista los fines de semana, turistas que abarrotan las playas en los días libres y uno que arriesgado que se lanza una de aventura a una población de puertas cerradas de lunes a viernes. Como él otros veinte lancheros cumplen este oficio que les lleva a recorrer un río de color oscuro adornado con manglares, y  grandes árboles y que poco a poco descubre los pedacitos de tierra sobre el agua, destino final de los visitantes. Para Leonel no hay otro lugar como su suelo, asegura que en otro sitio no puede conseguirse la tranquilidad de este espacio, la amabilidad de la mano siempre amiga, la comunión con la naturaleza, la sonrisa que combate la pobreza.



Roció: Su Dulzura y su Sazón
En san Carlos no existen muchas opciones de alojamiento y tampoco grandes complejos hoteleros, o posadas que llamen al lujo. La oferta se complementa con habitaciones de comodidades básicas: baños, aire acondicionado que es por lo que se ruega en las noches de calor y la atención de sus dueños; Roció Romero aun no ha tenido la suerte de poder construir varias "piezas" para obtener mayores ingresos, pero se encarga de alquilar un cuarto que cuenta con esas características. Ella llegó a este sitio con sus hijas por cosas del destino dice ella, asuntos que no revlea, pero que se infieren porque baja la mirada cuando se le pregunta; da a entender que ese destino fue duro con ella y que San Carlos representa su huida. Allí conoció a quien hoy en día es su esposo, un hombre de piel bañada de sol que ostenta el oficio que tiene el 80% de la población de este pueblo: pescador. Él sale como casi todos los hombres de aquí en las noches a tender las redes que en la  mañana recogen. Si el trabajo esta bueno las embarcaciones traen entre 1.500 y 2.000 kilos de pescado diarios, en días malos apenas alcanzan a los 400.
 Para esos días en que el mar no deja libres sus frutos, Rocío y su pareja ofrecen esta habitación en la que caben unas cuatro personas y que cuenta además con una especie de terraza techada vestida de hamacas para descansar. Allí también se dispone la mesa para servir el festín. El menú depende de lo que ofrezca la pesca ese día: ronco, pargo, rojo, macabí o corvina;  lo que sí es seguro es que el cliente siempre quedará satisfecho. A Rocío también le gusta recorrer el pueblo con el turista, mostrarle las playas de poca profundidad y oleaje moderado, los lugares para acampar, la ubicación de las posadas más buscadas y contarles que como en toda comunidad existe una zona de lugareños más acomodados que otra, la mitad de San Carlos está pavimentada la otra se mueve entre la arena. La plaza de lugar sirve para que los niños jueguen en las tardes, los viejos hagan sonar las piezas de dominó y las mujeres hablen de las labores del día. Rocío dice que sonríe cada mañana en este espacio, “no cuento con lujos, este es un lugar de gente humilde, sencilla, pero con un corazón enorme”.





Aurelio: El Historiador del Pueblo
Si alguien quiere conocer sobre esta península y su historia, es remitida a Aurelio Marcano, la misma comunidad lo designó como el libro con que no cuenta el pueblo. El llegó como telegrafista con tan solo 18 años. Allí conoció a los viejos de la época que se sentaban a narrar relatos, pronto él empezó a anotar todas las historias en un cuaderno y así aprendió de esta tierra y su gente. Dice que el mayor atractivo que tiene para ofrecer al turista el poblado es el Castillo de San Carlos de Borromeo, una verdadera joya arquitectónica de 430 años que vista desde arriba tiene forma de estrella. Marcano explica que este cuenta importantes hechos de la historia venezolana como cuando se utilizó para defender las costas de los piratas o cuando sirvió de cárcel en la dictadura de Juan Vicente Gómez. Dice que la estructura que tiene unos 7.500 metros cuadrados está hecha de pura piedra y que su rescate después de haber estado veinticinco años en el abandono fue lo mejor que le pasó al pueblo, porque muchos se acercan para hacer el recorrido y tomarse fotografías en él. Lo que no muchos saben afirma, Aurelio, es que a este castillo también se le debe la población de este pueblo, “cuando se construyó no existía ni un alma en este lugar y los primeros pobladores de San Carlos fueron entonces los españoles, habitantes de la fortaleza”.





Zapara es Médanos, Torreón y Piñita
Para los turistas que buscan un poco de soledad y mayor tranquilidad la mejor opción es dirigirse a Zapara. Desde San Carlos las lanchas se demoran unos quince minutos en realizar el traslado. Esta es una diminuta isla de tan solo siete kilómetros y mil habitantes que no tiene más que casitas espolvoreadas por sus tierras y la magia de sus médanos, esas hermosas dunas que engalanan sus espacios. Zapara tiene una escuela y algunas viviendas vacacionales. Además según sus habitantes fue bendecida con la presencia de Francisco “Piñita” Rodríguez, un luchador social que llegó hace más de treinta años a la zona y que se declara pescador de alma y docente de corazón. Dice que llegó para cumplir una misión en este pueblo y de esta forma ha impulsado la construcción de la nueva escuela,  arreglo de los espacios para los niños y ha “bregado”  por inculcarle a los pequeños el amor hacia el estudio. A Piñita le encanta recibir visitas, así que las puertas de su casa siempre están abiertas para que los visitantes hagan la parada obligada que permite conversar con él antes de dirigirse a la playa. Después de mostrar sus fotos, enseñarles el plantel educativo, el proyecto de paneles solares para que la población ahorre energía invita a los turistas a  tomar un “taxi burro” que los traslade al otro lado de la isla. Estas carretas arriadas por animales parecieran conocer el recorrido de memoria. Sus conductores dicen que hacen unos 30 viajes durante los fines de semana, paran en el Torreón para explicarle al pasajero que esa torre es lo que quedó en la superficie de una fortaleza antigua y que el resto fue enterrado por las dunas hace cientos de años. El camino que lleva al mar recuerda al de las lozas amarillas pero de color gris, la Gobernación del Estado Zulia construyó una caminería en medio de la arena para que este traslado fuera más sencillo y así después de unos diez minutos de cabalgata del burro se abra a la vista el mar y su inmensidad, se muestre la serenidad de una tierra bendecida por la belleza de sus paisajes








Muchos van a estas islas a divertirse, y disfrutar el fin de semana, pero la verdad, la nostalgia que inspiran estas islas, es tan inmensa que pudiera quedarse el alma en un suspiro de solo recorrerlas. Esta canción que aquí cantan Jan Pawel y Ulises Hadjis es el ejemplo perfecto de lo que se siente en el corazón al pisar estas tierras

DONDE QUEDARSE
-          Posada El Almirante: (58)416-1633604/426-4662709 elalmirantezulia@hotmail.com
-          Posada Restaurante El faro: (58)416-1679376 josemolero_1968@hotmail.com
-          Habitación de Rocío Romero: (58)414-6221665

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