Desde el puerto del
Moján salen lanchas cada 20 minutos durante los fines de semana hacia San Carlos y Zapara, son turistas que visitan esta isla
que en realidad es Península, y se une a tierra firme por una pequeña porción
de tierra que solo es visible cuando baja la marea. Ellos van a disfrutar de
esa interesante mezcla de agua salada y dulce que proveen sus playas y se ubican justo en la frontera entre el golfo de Venezuela y el Lago
de Maracaibo. El resto de los días
las grandes lanchas con capacidad para unas 30 personas se dedican a trasladar
a los habitantes de los pueblos del municipio que vienen a aprovisionarse de
víveres, estudiar o visitar a alguien en las ciudades. Este pueblo conforma junto a otros trece islotes el municipio Almirante Padilla, un espacio que produce melancolía al conocer a su gente y escuchar sus relatos
Leonel Va y Viene
Así dice este lanchero
cuando se le pregunta de qué trata su trabajo; Leonel López se dedica al oficio
de trasladar gente desde hace unos ocho años. Llena su bote de estudiantes que van de una isla a otra dependiendo
del grado que cursen, maestras que vienen desde El Moján a enseñar,
comerciantes que cargan su embarcación con la mercancía de atender al turista
los fines de semana, turistas que abarrotan las playas en los días libres y uno
que arriesgado que se lanza una de aventura a una población de puertas cerradas
de lunes a viernes. Como él otros veinte lancheros cumplen este oficio que les
lleva a recorrer un río de color oscuro adornado con manglares, y grandes árboles y que poco a poco descubre
los pedacitos de tierra sobre el agua, destino final de los visitantes. Para
Leonel no hay otro lugar como su suelo, asegura que en otro sitio no puede
conseguirse la tranquilidad de este espacio, la amabilidad de la mano siempre
amiga, la comunión con la naturaleza, la sonrisa que combate la pobreza.
Roció: Su Dulzura y su Sazón
En san Carlos no
existen muchas opciones de alojamiento y tampoco grandes complejos hoteleros, o
posadas que llamen al lujo. La oferta se complementa con habitaciones de
comodidades básicas: baños, aire acondicionado que es por lo que se ruega en
las noches de calor y la atención de sus dueños; Roció Romero aun no ha tenido
la suerte de poder construir varias "piezas" para obtener mayores ingresos, pero
se encarga de alquilar un cuarto que cuenta con esas características. Ella
llegó a este sitio con sus hijas por cosas del destino dice ella, asuntos que no revlea, pero que se infieren porque baja la mirada cuando
se le pregunta; da a entender que ese destino fue duro con ella y que San
Carlos representa su huida. Allí conoció a quien hoy en día es su esposo, un hombre de
piel bañada de sol que ostenta el oficio que tiene el 80% de la
población de este pueblo: pescador. Él sale como casi todos los hombres de aquí
en las noches a tender las redes que en la
mañana recogen. Si el trabajo esta bueno las embarcaciones traen entre
1.500 y 2.000 kilos de pescado diarios, en días malos apenas alcanzan a los
400.
Para esos días en que el mar no deja libres
sus frutos, Rocío y su pareja ofrecen esta habitación en la que caben unas cuatro personas y que cuenta además con una especie de terraza techada vestida de
hamacas para descansar. Allí también se dispone la mesa para servir el festín. El menú
depende de lo que ofrezca la pesca ese día: ronco, pargo, rojo, macabí o corvina;
lo que sí es seguro es que el cliente
siempre quedará satisfecho. A Rocío también le gusta recorrer el pueblo con el
turista, mostrarle las playas de poca profundidad y oleaje moderado, los lugares
para acampar, la ubicación de las posadas más buscadas y contarles que como en
toda comunidad existe una zona de lugareños más acomodados que otra, la mitad
de San Carlos está pavimentada la otra se mueve entre la arena. La plaza de lugar
sirve para que los niños jueguen en las tardes, los viejos hagan sonar las piezas de dominó y las
mujeres hablen de las labores del día. Rocío dice que sonríe cada mañana en
este espacio, “no cuento con lujos, este es un lugar de gente humilde, sencilla,
pero con un corazón enorme”.
Aurelio: El Historiador del Pueblo
Si alguien quiere
conocer sobre esta península y su historia, es remitida a Aurelio Marcano, la
misma comunidad lo designó como el libro con que no cuenta el pueblo. El llegó
como telegrafista con tan solo 18 años. Allí conoció a los viejos de la época
que se sentaban a narrar relatos, pronto él empezó a anotar todas las historias
en un cuaderno y así aprendió de esta tierra y su gente. Dice que el mayor
atractivo que tiene para ofrecer al turista el poblado es el Castillo de San
Carlos de Borromeo, una verdadera joya arquitectónica de 430 años que vista
desde arriba tiene forma de estrella. Marcano explica que este cuenta
importantes hechos de la historia venezolana como cuando se utilizó para
defender las costas de los piratas o cuando sirvió de cárcel en la dictadura de
Juan Vicente Gómez. Dice que la estructura que tiene unos 7.500 metros cuadrados
está hecha de pura piedra y que su rescate después de haber estado veinticinco
años en el abandono fue lo mejor que le pasó al pueblo, porque muchos se
acercan para hacer el recorrido y tomarse fotografías en él. Lo que no muchos
saben afirma, Aurelio, es que a este castillo también se le debe la población de
este pueblo, “cuando se construyó no existía ni un alma en este lugar y los
primeros pobladores de San Carlos fueron entonces los españoles, habitantes de
la fortaleza”.
Zapara es Médanos, Torreón y Piñita
Para los turistas que
buscan un poco de soledad y mayor tranquilidad la mejor opción es dirigirse a
Zapara. Desde San Carlos las lanchas se demoran unos quince minutos en realizar
el traslado. Esta es una diminuta isla de tan solo siete kilómetros y mil habitantes
que no tiene más que casitas espolvoreadas por sus tierras y la magia de sus
médanos, esas hermosas dunas que engalanan sus espacios. Zapara tiene una
escuela y algunas viviendas vacacionales. Además según sus habitantes fue
bendecida con la presencia de Francisco “Piñita” Rodríguez, un luchador social
que llegó hace más de treinta años a la zona y que se declara pescador de alma
y docente de corazón. Dice que llegó para cumplir una misión en este pueblo y
de esta forma ha impulsado la construcción de la nueva escuela, arreglo de los espacios para los niños y ha
“bregado” por inculcarle a los pequeños el amor hacia el estudio.
A Piñita le encanta recibir visitas, así que las puertas de su casa siempre
están abiertas para que los visitantes hagan la parada obligada que permite
conversar con él antes de dirigirse a la playa. Después de mostrar sus fotos,
enseñarles el plantel educativo, el proyecto de paneles solares para que la
población ahorre energía invita a los turistas a tomar un “taxi burro” que los traslade al
otro lado de la isla. Estas carretas arriadas por animales parecieran conocer
el recorrido de memoria. Sus conductores dicen que hacen unos 30 viajes durante
los fines de semana, paran en el Torreón para explicarle al pasajero que esa
torre es lo que quedó en la superficie de una fortaleza antigua y que el resto
fue enterrado por las dunas hace cientos de años. El camino que lleva al mar
recuerda al de las lozas amarillas pero de color gris, la Gobernación del
Estado Zulia construyó una caminería en medio de la arena para que este traslado
fuera más sencillo y así después de unos diez minutos de cabalgata del burro se
abra a la vista el mar y su inmensidad, se muestre la serenidad de una tierra
bendecida por la belleza de sus paisajes
Muchos van a estas islas a divertirse, y disfrutar el fin de semana, pero la verdad, la nostalgia que inspiran estas islas, es tan inmensa que pudiera quedarse el alma en un suspiro de solo recorrerlas. Esta canción que aquí cantan Jan Pawel y Ulises Hadjis es el ejemplo perfecto de lo que se siente en el corazón al pisar estas tierras
DONDE QUEDARSE
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Habitación de Rocío Romero: (58)414-6221665
Si deseas conocer más sobre san Carlos y Zapara visita:
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