lunes, 29 de julio de 2013

PUERTO LA CRUZ VISTA POR LOS TOMATES FRITOS


 La capital del municipio Sotillo del Estado Anzoátegui, forma junto a Guanta, Lecherías y Barcelona  un eje que hace de estos sectores el área metropolitana de mayor tamaño del oriente de Venezuela. Quienes vivimos en Caracas la encontramos cercana y para muchos es un refugio de fin de semana, pero confieso que este no es uno de esos destinos a los que voy constantemente o en los que pienso cuando quiero viajar. Así que entrevistando a la agrupación musical  Los Tomates Fritos, se me ocurrió preguntarles por su natal Puerto La Cruz e irme de nuevo a reconocerla, me encontré con otro sitio y nuevas personas que me hicieron verla diferente.

* “Voy a salir disparado como un hombre bala
Iré hacia ti, no hay montañas que puedan pararme
Sonreiré cuando vea las luces el Puerto
No temblaré, sé muy bien no dudaste en hacerlo”.



Boston Rex (Reinaldo Goitia),  cantante de la agrupación Tomates Fritos (http://tomatesfritos.bandcamp.com/) afirma, que sí, que en efecto ha escrito canciones inspiradas en su ciudad natal, o que por  lo menos tienen visos de la misma. Explica que esa sensación de estar llegando a casa que siente cuando regresa de una gira y comienza a ver las luces de su ciudad le hace enamorarse de forma cursi de su tierra.
Para quienes no la conozcan, Puerto La Cruz es la llamada puerta de entrada al oriente Venezolano, es una urbe de amplias vías, un clima bastante cálido, con el mar como paisaje decorativo, llena de alegría o como muchos la catalogan, lugar de rumbas.
La ciudad cuenta con un convulsionado centro, y un más convulsionado malecón a lo largo de la orilla de la playa. En un extremo del llamado Paseo Colón salen las lanchas hacia las diferentes islas que conforman el  del Parque Nacional Mochima. Agrupados en cooperativa,  los lancheros estandarizaron el servicio y por 50 bolívares trasladan hasta Puinare, El Saco y El Faro a los turistas en horas de la mañana, y los  devuelven a tierra firme cerca de los cuatro de la tarde. Los bañistas van ataviados con grandes bolsos, toallas y mucho bloqueador. Porque esa es otra de las condiciones que hacen especial  el lugar según Boston Rex: “Puerto La Cruz no es una ciudad gris, deprimida, no lo es. Aquí casi siempre está soleado, hay poca lluvia. Eso hace que la música que la defina no sea depre, tampoco eufórica, más bien nostálgica, va con el día y su clima”.  Por ello no vacila en decir que un soundtrack que describa  la ciudad incluiría desde canciones de Def Leppard hasta regueton, pero sin duda el estilo que mejor la definiría para  él sería el del cantante Johnny Cash que paseaba su música entre el rock and roll y el country y dejaba ese sabor a melancolía en sus letras y que según Goitia combina tan bien con los espacios de este poblado.

Pero volviendo al Paseo Colón, quizás los turistas no encuentren por ningún lado la cercanía con “El Hombre de Negro”, más bien se sientan identificados con el puro sabor de alegría del venezolano. Esta larga avenida que tiene unas diez cuadras flanqueadas por hoteles, está llena de kioscos de artesanía, comidas rápidas y algunas tiendas. También hay restaurantes para casi todos los gustos. Platos colombianos, italianos, árabes o criollos se ofrecen en ambientes bastante agradables y con buena atención. En los últimos meses la Dirección de Turismo del Municipio Sotillo ha tratado de darle un aire un poco más cultural al espacio.  Por eso en las inmediaciones del Paseo Colón se realizan ahora presentaciones de bailes típicos de la zona, y sesiones de bailoterapia, para que la gente se identifique con las tradiciones o haga deportes, según sea el caso.


**“Llevo tres días de fiesta
El domingo aquí es el día
Mañana hay que trabajar
Como que voy a  faltar”.

**Letra del tema EL Andino / Disco Hombre Bala

“El calor y la playa crean otro tipo de personalidad” asegura Rex como excusando el carácter relajado de los porteños. Los integrantes de la agrupación Tomates Fritos, insisten en que la alegría de su pueblo es uno de los factores a promocionar, y aunque en sus letras a veces hayan hecho burla de la actitud que cataloga a los orientales de perezosos, dicen que la situación no es tan literal, que el Puerto cuenta con un interesante movimiento cultural y comercial.
“Mis tres lugares favoritos aquí son Playa Lido (lugar que ya no está ubicado en Puerto La Cruz sino en Lechería) porque se ven los atardeceres más hermosos del país,  y mira que he visto atardeceres; Playa Muerta (también en Lecherías) que es una costa de unos 200 metros de arena oscura y agua turbia, pero que es donde conecta las aguas del río Neverí con el mar y hacen de este un espacio apacible, y el Morro para tener una visual de todo”.  Recomienda Rex. 


Por cierto, que para conocer Mochima por el lado de Lechería lo mejor es buscar a Enzo Traettino, un italiano que llegó hace 20 años a este país. Vive en una bella casa en los canales y desde allí, el Hotel Aqua Vi (http://www.aquavisuites.com.ve/) o el centro comercial Plaza Mayor hace recorridos de todo un día que van por la isla del Faro, la ruta de los delfines, la Piscina y Arapo. El costo del viaje incluye el almuerzo, refrigerios y bebidas no alcohólicas. Además de la atención esmerada de su personal.



Replica casi al final Boston que el estadio de fútbol José Antonio Anzoátegui también forma parte de la cultura de su Puerto la Cruz, y que lo incluiría en una guía de visitas a realizar por la ciudad.Para el músico , a pesar de sus sinsabores, Puerto La Cruz es una de las ciudades más bonitas de Venezuela, es tranquila, nada queda lejos, su gente no vive estresada   y tienen como regalo del cielo un mar que admirar todos los días.






SI PLANEA IR A PUERTO LA CRUZ

DONDE ALOJARSE
-          Hotel Venetur Puerto La Cruz
Av. Prolong. Paseo Colón. Edificio Gran Hotel
(58)281-5003646
-          Hotel Cristina Suites
Ave. Principal con calle Maneiro
(58)281-5007700

PARA HACER PASEOS POR MOCHIMA
-          Catamarán San Salvador
Lecherías / Estado Anzoátegui
(58)281-2652310 / 414-8161966

 Texto: Erika Paz
Fotos: Raymar Velásquez






viernes, 26 de julio de 2013

HISTORIAS DE LA TIERRA


 MÉRIDA EN UN DÍA

Desde que emprendí esto de viajar como forma de vida, he tenido diversidad y cantidad de personas como compañeros de viaje. Comencé con un equipo mínimo en RCTV, un camarógrafo un asistente y yo, hacíamos micros de forma tímida por algunos lugares de Venezuela, los más cercanos  a Caracas por aquello de no ausentarnos mucho tiempo y estar siempre puntual para regresar a narrar el noticiero  matutino. Éramos aprendices en producir  seriados de turismo y a veces parecíamos los tres chiflados al momento de grabar. Cuando me dieron la oportunidad de hacer el programa el grupo se hizo  más grande y como ya contaba con la aceptación del público las dádivas aumentaban. Al final de mis días de creación de l espacio Pueblo Adentro viajaba con lo que llaman el “dream team”, productor que estuviera pendiente de los detalles, sonidista para que el audio quedara limpio, luminito que montaba a través de un cablerío unas cuantas luces que hacían ver todo más bonito y un camarógrafo que tenía la experiencia de las novelas y eso ayudaba mucho. Esa modalidad de equipo me acompañó cuando comencé a hacer Tierra de Futuro en Canal I, con la diferencia de que no rotaba el personal, por lo que hubo mayor compenetración.  Hoy en día he vuelto a los orígenes y cuando no hago televisión viajamos mi socio y yo por todas partes. Es bueno y malo. Entre los dos hacemos todo y tenemos que ayudarnos si o sí.  De todas estas personas queridas con las que he recorrido carreteras, esperado en aeropuertos, discutido por un encuadre, reído por un chiste o llorado con una historia, he descubierto que el equipo soñado lo tengo cuando trabajo con mis hijos. Aunque a veces griten, pelen entre ellos, se quejen de cansancio o me hagan apenar ante un entrevistado, sólo voltear la mirada para buscarlos y encontrar su sonrisa me hace la mujer más feliz del mundo.  

A Mérida llevamos a Jessika de 14 años, Carlos de 13 y Paola de 6 a recorrer los parques temáticos de Alexis Montilla (Los Aleros, La Venezuela de Antier y La Montaña de los Sueños), todo en el mismo día. Salimos de casa de mi mamá en Valera con el recuerdo en mi cabeza de los fines de semana en que mi papá nos llevaba a estas montañas a turistear. Lo más problemático de salir con mis hijos es levantarlos y turnarlos para el baño.  Ninguno quiere ir primero. Mi papá que es un colombiano de esos desbocado en atenciones, se levantó  en la madrugada y preparó café, arepas con queso, huevos y todo cuanto pudiera llenar el estómago porque su manera de querer  la expresa en la cantidad de comida que sirve en el plato. Pese a su deseo de querer satisfacer nuestro apetito, tuve que rechazar la invitación porque “conozco  mi ganado” y ya diré más adelante por qué. Así con la barriguita vacía, el sol peleando con la luna por un puesto en el cielo y el sueño aun en los párpados comenzamos el ascenso. La ruta escogida fue la de La Puerta, para esto atravesamos la avenida Bolívar (casi la única que hay en Valera) y seguimos en línea recta hasta este poblado que es como el Junquito de los Valeranos. Un desvío y alguna que otra señalización nos indicaba seguir hacia Timotes; al dejar atrás la zona poblada, la montaña comienza abrirse ante los ojos del conductor y la vía se convierte en una serpiente negra que envuelve esas elevaciones. El ganado que conocía no tardó en manifestarse y mi chiquita consentida (en realidad no se a quien más consiento) expresó su malestar. Cuando alguien dice que quiere vomitar en un carro siempre  se activa una alarma de pánico que hace que casi todos los ocupantes del vehículo griten y el conductor se desconcentre. En mi caso, mujer al fin y al cabo, después de preocuparme por el escándalo y regañar a los presentes en él,  me hago a orilla de carretera y permito que Pao saque de si lo poco que tiene en el estómago. Se escucha el “qué asco”, “creo que yo también voy a vomitar”, meras alharacas. Con uno que vomite es suficiente, finalizó el tema.
Culminado este episodio ya podíamos buscar comida y así comenzamos a pasar por casitas esporádicas en la cordillera que tenían cerradas sus puertas. Como es posible que no haya un local abierto, al parecer nuestro entorno social y económico ha dejado su estela de desolación por lugares que ya no trabajan los domingos. Debo acotar que casi siempre quien maneja soy yo. A mi socio, compañero, fotógrafo y algo más no le apasiona el tema de conducir y como yo tengo complejo de camionero, pues caso resuelto. Creo que es una forma de sentirme como mi papi que durante toda su vida trabajó como vendedor viajero para mantenernos y de esa forma pagó colegios, universidades, ropa y alguno que otro caprichito.
Ya en el páramo una estructura de hielo llamó nuestra atención, lo mejor era que el punto indicaba también comida. Los niños se bajaron fascinados del carro, yo corrí a ponerles guantes y cerrar sus abrigos para no tener que pagar después las consecuencias. Se metieron debajo de lo que ellos bautizaron como “casita de hielo” y la tocaron, se tomaron fotos y hasta partieron trozos para masticar. Que bonito ver un poco de agua congelada puede causar tanto asombro y felicidad en los rostros infantiles.



La comida supo a gloria, no sé si por el hambre o porque se trataba de los sabores vivos del páramo. En platos de peltre nos sirvieron arepas de harina de trigo con queso rallado, huevos fritos y nata. Un chocolatico caliente fue el complemento perfecto en esta casita de tejas y paredes heladas, el postre, los dos menores se regaron las chaquetas y yo tuve que meter la mano en el agua casi congelada que salía de un lavamanos para limpiarlos.
Seguimos el camino y paramos en el Pico El Águila, la popular foto había que hacerla. Este es el punto más alto de la carretera y a 4.118 metros de altura el trayecto del carro hacía el monumento para hacer la gráfica parece la subida del Cerro El Ávila  por Sabas Nieves para aquellos que nunca hacemos ejercicios. Sientes que te falta el aire y por un  momento te mareas, después todo es lindo.


Lo que viene luego se llama Apartaderos, San Isidro y asfalto parejo hasta llegar a Muchuchíes. A la típica escena de “cuanto falta” le dicen acción. Por fin vemos los avisos que anuncian la cercanía de Los Aleros (http://www.losaleros.net/), la temperatura ya ha subido un poco, el frío se queda atrás con el páramo y los frailejones y todos nos animamos. La bienvenida fue muy cordial como todo en los merideños. Aquí nos atendió un sobrino de Alexis Montilla, para contactarlo desde Caracas yo hablé con una de sus hijas. Después nos daríamos cuenta que pese a la magnitud de los parques este es un negocio familiar.
El recorrido comenzó con el sello del pasaporte, mientras yo entrevisto, Jessika presta atención para aprender, Carlos ayuda con el trípode y Paola corre, ese es su estado natural. Mientras hicimos la caminata por el pueblito que diseñó este ingenioso merideño nos asustaron,  la chiquita casi llora y los mayores se burlaron, pasamos por un puente de madera colgante, nos lanzamos por un tobogán de cemento, perseguimos unas ovejas y mis hijos ganaron 30 bolívares en la ruleta del conejo. Con la recompensa obtenida cada uno compró dulces típicos.


El siguiente centro temático queda a una distancia considerable del primero. Hay que atravesar la ciudad de Mérida y eso fue lo que los niños vieron rápidamente a través del vidrió del carro. Cinco kilómetros después de tomar la vía hacia Jají  aparece la entrada con un buen número de taquillas y un gran muro, esto parecía augurar más diversión. Aquí el propio Alexis Montilla nos esperaba. Después de una bienvenida en un paredón que simulaba las celdas de un castillo margariteño un hombre que no demuestra que está llegando al piso setenta arribó en un vehículo rústico descapotado. Todos subimos y comenzamos a hacer un tour de dos horas en un espacio que se recorrer en todo un día. Visitamos la representación de Yare con sus diablos, Zulia y sus indígenas, pasamos por Amazonas y la plaza de toros de Maracay, pero Montilla quería que sintiéramos el modelo que está haciendo de Yaracuy, allí nos detuvimos. En este espacio se construyó una posada y un parque agro turístico que devela la gran cantidad de hectáreas que forman parte de La Venezuela de Antier (http://www.lavenezueladeantier.net/). Allí los niños pudieron dar de beber leche a un ternero y se pelearon por ir en la “ventanilla” de un carro descapotado, así son ellos. En Táchira Alexis nos dejó descansar un rato y  nos pidió que lo paseáramos. Así mi socio pudo hacer bellas imágenes de una de las zonas más bonitas de este sitio. Después de pasear por el parque y la vida de mi entrevistado, le dijimos cuanto lamentábamos no poder ir al siguiente sitio por la falta de tiempo, pero como buen vendedor de su producto él insistió y dijo que no podíamos perdernos el espectáculo. El problema es que los niños no habían almorzado y ya eran casi las cuatro de la tarde, por lo que retornamos nuevamente a la ciudad y nos metimos en el primer centro comercial que se nos topó en el camino, bueno realmente lo que sucedió es que nos perdimos y caímos allí. Pasta, sushi y pollo fue nuestro almuerzo cena (cuando mi mamá lea esto me va a regañar) y seguimos.


A La Montaña de los Sueños (http://www.montanadelossuenos.com/) llegamos un poco más allá de las seis de la tarde, son unos cuarenta minutos de trayecto desde la ciudad por  la vía que lleva a la población del El Vigía. En Chiguará Alexis Montilla dio vida a la última de sus creaciones. Tenía razón al decir que la mejor visita aquí se hace en la noche porque todo está lleno de luces y colores brillantes. En estas instalaciones nos dejaron andar libres, así que fue como una fiesta para todos. Corrimos hacia una rueda de la fortuna, Paola pudo disfrutar varias veces del carrusel, Carlitos de la  exposición de autos antiguos, Ray de ver una exposición dedicada al fútbol de este país y Jessika pensó en unirse a un karaoke que se hace en el último piso de uno de los edificios que conforman el parque. Salimos de allí agotados y con dos tarjetas de memoria de la cámara a reventar. La pregunta ahora era ¿qué hacer? Si nos devolvíamos a Mérida era casi una hora de camino y luego buscar un hotel, si seguíamos hasta el Vigía para encontrar hospedaje al día siguiente nos levantaríamos tarde y el itinerario de vuelta a Caracas se atrasaría. Así que decidimos “si vamos a levantarnos tarde que sea en la casa de los abuelos”.





De esta forma atravesamos los túneles que llevan a El Vigía, pasamos por un ladito esa ciudad con aire de pueblito, intuimos estar transitando la Panamericana hasta que respiramos hondo porque llegamos a Betijoque, pasamos por Isnotú , su oscuridad y su soledad, y finalmente vimos los luces de Valera ya casi a la una de la mañana. Digo vimos, mi copiloto y yo, porque los niños al cruzar el último corredor cerraron sus ojos y se enmarañaron entre ellos para buscar cobijo los unos con los otros. En todo el viaje disfruté a través de sus rostros y cuando manejaba de vez en cuando veía por el retrovisor y daba gracias. Nunca me cansaré de dar gracias al cielo  por haberme permitido parirlos, por cada momento que la vida me regala a su lado, por cada vez que sonríen y hasta cuando pelean o se portan mal, pero sobre todo por cada vez que me dicen “mamá te quiero”. Definitivamente ellos son mi equipo soñado.  

EL SEÑOR DE LOS SUEÑOS



Alexis Montilla nació y creció en la población de Chachopo, en el Estado Mérida. De familia humilde siempre tuvo visión y ganas de crecer. En la década del ochenta comenzó un proyecto turístico que en la actualidad es referencia en el estado andino. Los Aleros, La Venezuela de Antier y La Montaña de los Sueños son más que un sitio de recreación. Se trata de espacios para dar rienda suelta a la imaginación y ser lo que se desee mientras dure la visita.


El creador de tres de los mayores atractivos turísticos del Estado Mérida comenzó deseando con todas sus fuerzas lo que hoy en día maneja junto a sus siete hijos, unos cuantos sobrinos y otros familiares. Alexis Montilla dice que él tenía un restaurante llamado El Caney justo  frente al terreno donde se construyó su primer centro turístico. No le gusta que los llamen parques, porque piensa que el concepto los limita, “cada quien le pondrá el nombre que quiera”.
El restaurante tiene cincuenta años y aún atiende al público. Cuenta Montilla que desde la madrugada vendía café y arepas a los camioneros que pasaban, trabajaba duro y veía frente a él  la tierra que más adelante pudo comprar, para fundar un pueblo, uno como aquel donde él creció, un lugar sin nombre hasta unos días antes de inaugurarlo, hecho de tierra pisada. Cada vez que reunía dinero hacía  una callecita, levantaba una casita, invitaba a los comensales del restaurante a conocerlo. De esta forma comenzó la historia.

Los Aleros, Un Lugar de Tradiciones
Casi treinta años han pasado desde la fundación de este poblado típico de los años 20. Cada temporada el lugar inaugura nuevas atracciones, todas basadas en las costumbres de una época de oro para la sociedad venezolana. Los visitantes que ingresan deben tomar un autobús para llegar a su destino, desde ese momento comienza la función. El paseo en el vehículo permite escuchar la radio del pueblo que anuncia la presencia de espantos que pronto aparecen, también promociona las diversas atracciones que se  van a  encontrar en el recorrido. Los trayectos, representaciones teatrales y estaciones para visitar han sido creadas por Montilla quien ha supervisado desde el inicio la elaboración y crecimiento de su primer proyecto. Este particularmente está gerenciado por Javier Moreno, su sobrino quien dice orgulloso que ha trabajado aquí 22 de los 28 años que ya tiene el parque. Explica que cada estación tiene su público, pero que en general es un sitio para familias que disfrutan buscando un entierro de morocotas, lanzándose por un tobogán de cemento, jugando a la ruleta del conejo o escuchando la retreta que toca cada cierto tiempo durante el día.
Javier comenta que abren los fines de semana y que durante esos días reciben por lo menos 100 personas diariamente si es temporada baja, en las épocas vacacionales deben trabajar por reservación. Orgulloso muestra el molino de trigo, uno de los pocos de piedra que quedan funcionando en Venezuela. Este produce harina que es vendida al visitante. Por su parte Alexis Montilla recalca que el lugar fue concebido para rescatar tradiciones como esa, pero también para resaltar la labor de los artesanos que aun realizan esos trabajos. Ambos coinciden en que una de las mayores atracciones de Los Aleros es la hora de la boda. Un matrimonio muy particular se realiza cada hora, hay música y chistes en la calle principal del pueblo, donde después los turistas se pueden llevar el recuerdo de una fotografía color sepia ataviados con trajes de antaño.



Venezuela en unas Cuantas Hectáreas.
La Venezuela de Antier nació unos cuantos años después, en 1991. Esta se ubica en la vía hacia Jají. Con una entrada realmente impresionante, se nota que aquí Alexis Montilla fue mucho más ambicioso. Se requirieron de 250 hectáreas para diseñar esa pequeña representación del país que tanto ama este merideño “para hacer esto lo que se necesitaba es tener imaginación y un poquito de cerebro, lo demás va viniendo solo. Yo me dije voy a hacer la Venezuela de los años 30, y así comenzó esto”.  En estos días están de estreno porque acaban de inaugurar  la sección del estado Yaracuy, con vaqueras, queseras y una hermosa casa principal que se alquila para eventos. Desde allí se puede ver a través de un telescopio la imagen de María Lionza que colocaron en la montaña del frente. Montilla dice que él se va imaginando los espacios y sin arquitecto ni ingeniero que lo asesoren va dando rienda suelta a su imaginación. Llama a Edgar Ramírez su “pintor de cabecera” y le cuenta lo que desea construir y cuando este lo pinta, el cuadro se convierte en la maqueta del proyecto. Por eso La Venezuela de Antier está llena de cuadros que son realmente modelos a escala de cada estado: Zulia con sus guajiras, cepilladeros y casitas coloridas, Táchira con las calles de piedra y la hasta la presencia del Benemérito, las Cuevas del Guácharo, La Maestranza de Maracay, Los Diablos de Yare, la representación de los llanos y pare de contar. Se necesita todo un día para conocer este país, dejarse entretener por las representaciones, probar la comida y enamorarse del suelo venezolano.


La Montaña de los Sueños: El Asombro Completo
“Tienen que conocer eso, es una locura” dice eufórico Alexis Montilla cuando se refiere a La Montaña de los Sueños. La última de sus ideas que vio luz después de 1994. Esta abre sus puertas desde la una  de la tarde y está plagada de luces y magia. Casi todos sus espacios están dedicados a homenajear el cine y la televisión venezolana, muchos de ellos con la participación de los visitantes quienes pueden cumplir el sueño de ser animador, cantante o actor. Pero no sólo eso, hay un carrusel, una rueda de la fortuna, bares enmarcados en la década de los años setenta, un museo del futbol, funciones de karaoke  y la mayor parte de la colección de vehículos antiguos que Montilla ostenta orgulloso. En este sitio se completa la magia, se vive el sueño, y Alexis sigue pensando, que 68 años no son nada y que ahora es que quedan fuerzas para ampliar sus parques, que sigue insistiendo, no le gusta llamar así. Tal vez pueda crear otro, para como dice él, seguir contribuyendo con el desarrollo del turismo de su tierra.





LOS DATOS:
-          Los Aleros
Dirección: Carretera Trasandina, kilómetro 25. Vía El Páramo
Horarios: 9:00 AM A 6:00 PM
Costos: entre 140 y 190 Bs
Contactos: @parquelosaleros
-          La Venezuela de Antier
Dirección: carretera Panamericana, vía Jají
Horarios: 9:00 AM a 7:00 PM
Costos: entre 160 y 240 Bs
Contactos: venezdeantier
-          La Montaña de los Sueños
Dirección: Chiguará, carretera vía El Vigía
Horarios: de 1:00 a 9:00PM
Costos: entre 150 y 170 Bs
Contactos: @lamontanade lossuenos


 Texto: Erika Paz
             @erikapazr
Fotos: Raymar Velásquez
            @raymarven




jueves, 25 de julio de 2013

CIHOTUR 2013

Nuestra participación en el Congreso de Hotelería y Turismo 2013 organizado por Gerenglob y realizado en la isla de Margarita entre el 18 y el 21 de julio de 2013

miércoles, 24 de julio de 2013

PIE DE PÁGINA DE MARGARITA


Fuimos invitados a ofrecer unas charlas en un congreso de turismo y hotelería en Nueva Esparta. Muy contenta con la oportunidad que me brindaba CIHOTUR (http://www.cihotur.com/) de compartir con estudiantes de ambas especialidades y  sentirme como si nuevamente estuviera en un aula de clases, partí con  mi socio, amigo, fotógrafo y algunas cosas más  a disfrutar de los encantos del lugar que probablemente más extranjeros conozcan fuera de nuestras fronteras y al que los venezolanos le tienen una exquisita adoración. El objetivo no sólo era participar en el evento sino recorrer también  algunos lugares de la isla para entregarlos en forma de letras a nuestros seguidores. La primera sorpresa la recibimos en el aeropuerto. Un amigo al que tenía veinte años sin ver, esperaba en la fila del chequeo delante de nosotros. Quien me conoce sabe cuan escandalosa puedo ser al ver a alguien que aprecio y más si tengo tanto tiempo sin saber de él. Hubo intercambio de números y de recuerdos en los escasos minutos que  nos permitió la cola, lo mejor de todo, estaría en Margarita.

La jornada fue apretada, la Dirección de Turismo de la Alcaldía de Maneiro diseñó un cronograma que nos permitiría conocer lo que más pudiéramos de Pampatar. El castillo, el fortín, algunas playas, desde el vehículo la zona de Los Robles y su capilla en lo alto de un pequeño cerro, los hoteles (que bonitas y confortables opciones tienen) y sobre todo la avenida principal de la localidad fueron presentadas ante nuestros ojos y ante el lente de la cámara, no podía faltar la oferta gastronómica enmarcada en el elemento autóctono.






El evento por su parte fue un éxito. Los organizadores no esperaban una participación superior a las doscientas personas y resulta que más de cuatrocientos jóvenes se hicieron sentir por todas las instalaciones del Hotel Hesperia Margarita (http://www.hesperia.es/nh/es/hoteles/venezuela/isla-margarita/hesperia-isla-margarita.html). Ubicarlos era fácil, no sólo por sus franelas con el logo del congreso, sino porque además se aglomeraban era en la barra que ofrecía las famosas piñas coladas de los hoteles todo incluido. Pero también muy juiciosos asistieron a atender a los ponentes. Escucharon sobre hotelería de alto impacto, inteligencia emocional, psiconeurolingüística, tráfico aéreo, turismo mundial y a esta servidora contando su experiencia del tema a través de los  medios de comunicación.
Culminado el compromiso seguimos con nuestro guía, el Director de Turismo de la Alcaldía de Maneiro, para caminar lo que el llama La Zona Rosa de su municipio. Una avenida que en los últimos tiempos se ha venido convirtiendo en el  asentamiento de restaurantes, heladerías y centro nocturnos. La caminamos, entramos a varios locales y conocimos hasta a una Frida Kahlo margariteña, una pequeñita en su atuendo se paseaba por las calle pavoneando su gracia.



Nuestro paseo por Pampatar continúo al siguiente día para visitar Waterland Mundo Marino (http://www.waterlandmundomarino.com/), su directora comercial Shajarí Díaz me extendió la invitación durante la feria de AVAVIT y no dude en aceptarla para ver de cerca esos animales que tanto me fascinan, siento que son sanadores, juguetones, sociables y de una inteligencia casi enigmática. Por supuesto mi socio como buen hipster que es, no demostró emoción, no le atraen estos cetáceos, pese a esto, las imágenes que captó fueron sencillamente hermosas, salidas del corazón. En el lugar, varios de los entrenadores son extranjeros, así que la tertulia sobre Kingston,  Ciudad de México y Cancún y nuestras ganas de ir a esos destinos aderezaron la tarde.

Algunos amigos y personas apreciadas viven ahora en este lugar donde la comodidad impera. Sandalias, short y franelilla es la premisa de muchos al vestir; al recorrer sus vías y sentir tranquilidad se entiende por que ellos  decidieron volar e instalarse en un sitio donde el sol se oculta tarde, la brisa refresca con olor a mar y la vida pareciera que siempre estuviera de fiesta. Con una de ellas y mi amigo, aquel que encontré en el  aeropuerto fuimos a conversar, a recordar los viejos tiempos, donde no puede faltar  el tema de nuestra época dorada en RCTV. Un centro comercial y unas cervezas clandestinas sirvieron para reír y charlar. pero como siempre, el deber llamaba, quedaba una entrevista más.



Hace unos años tuve la oportunidad de conocer a Sumito Estevez (http://www.sumitoestevez.com/), uno de los chef más conocidos en nuestro país y quizás también el más mediático. Aquella fue una entrevista improvisada, tosca y poco preparada de mi parte. Repartía mi tiempo entre narrar noticias, sacar adelante mi proyecto de programa de turismo y atender un hogar, llegó el día y no me preparé lo suficiente, no tengo excusas, pero las doy. Así que esta vez no me tomaría por sorpresa. Mi socio, compañero, fotógrafo y demás  es una biblioteca con dos piernas y se dedica por temporadas a leer sobre ciertos temas, corrí con suerte que esta sea su época de lectura sobre gastronomía. Con él me instruí un poco, me señaló en libros personajes parecidos a nuestro entrevistado, me mostró videos y juntos en los únicos veinte minutos que pudimos disfrutar de playa nos dedicamos a leer parte del blog de Estevez. Lo mejor del encuentro fue descubrir que tanto Sumito como  yo tuvimos actitudes diferentes. Yo no era tan inexperta como en aquella primera oportunidad, él no era tan esquivo como me pareció en aquel momento. Durante la conversación dejó ver que necesitaba cambiar su forma de vida al mudarse en este lugar y abrir un "tilinguito" como llama a su bello restaurante ubicado en la avenida principal de Pampatar. Comprendí que las mentes brillantes se aburren fácilmente si su interlocutor no le ofrece un tema de conversación de donde ellos puedan extraer algo. En esta oportunidad sonrió, conversó largo y hasta nos invitó a cenar, comida por demás memorable, donde no había ningún producto que fuera ajeno nuestro  paladar y que sin embargo en conjunto se trató una fiesta de sabores en la boca que celebraba como la primera vez  que recibe un beso de la persona deseada.



Nuestra amiga que muy cordial se ofreció a llevarnos al restaurante del cocinero, compartió con nosotros esta experiencia y  que luego  dijo querer conducirnos hasta el hotel no sabía lo que le esperaba para el final de la velada. La distancia de Pampatar a donde nos alojábamos era larga y ella poco ducha en esas tierras; un desvío la hizo caer en las oscuras calles de una comunidad cercana a Juan Griego, esas que en el día están llenas de vendedoras de empanadas a las puertas de sus casas, de bicicletas en la vía, de vehículos con turistas preguntando direcciones. Esa que en la noche cambia, se torna lúgubre y vacía, y hasta da miedo. Su carro tiene un odioso sistema  corta corriente y ahí se quedó, en medio de la vía, haciendo ruido con la alarma, enterando a todos de nuestra presencia en la zona, pese a esto nadie salió a ayudar o a robar. Sólo tres jóvenes en una esquina miraban sin acercarse. Me atreví, fui a pedirles ayuda. Ellos revisaron el carro, no encontraban solución. Tres patrullas aparecieron de repente. Que diligente  la policía en esta zona, pensé. empujaron el carro hasta una esquina donde molestara menos, los oficiales se fueron, nuestra amiga caía en desesperación. De pronto este robusto muchacho consiguió la solución, desactivó la alarma. Pedimos a nuestra compañera que se fuera a su casa, estaba lejos. Nuestros nuevos amigos nos conseguirían un taxi.
Al confesarles nuestro agrado de que la policía en la zona estuviera tan dispuesta a ayudar, nuestro benefactor, hizo su propia confesión: "Tengo casa por cárcel y cada vez que algo raro sucede en el sector ellos vienen". Sólo quedó mirarnos y por supuesto preguntar ¿por qué estás preso? "complicidad en doble homicidio". Para que preguntamos, me dije a mi misma.
Este hombre desparramó su historia en la oscuridad, una donde adelantaba que pagaba un crimen que no cometió. Habló de una riña y alguien que sacó un arma, de estar presente en el lugar y hora equivocados, de haber pasado tres años en la cárcel, de haber conseguido un benefició que le permite por lo menos estar encerrado en su casa sin tener que aguantar el abuso de poder de la llamada autoridad. El taxi llegó y quisimos compensar de alguna manera la atención con una propina. No la recibió, solo estrechó nuestras manos.
Llegamos al hotel de madrugada para salir a las seis de la mañana a Caracas y pensamos, Margarita nos mostró varias de sus caras en esta visita, la del sol que quema sobre la piel, la de la sonrisa, la del trabajo, la de la historia, la del rencuentro,  la de la cultura, la de los que adoptan esta tierra para si y la de los que tal vez se equivocan y buscan reivindicarse con la vida.