sábado, 31 de agosto de 2013

CUENTOS DEL MUNDO / MÉXICO

DF ENTRE DIEGO Y FRIDA


El DF Mexicano es uno de esos lugares que se quedan plasmados en la memoria de quien lo visita. Un sitio donde se entrelazan  modernas avenidas con  tradicionales calles, una tierra en la que a primera vista se notan cuatro cosas: la marcada diferencia de clases, el turismo como uno de los motores económicos de la nación, el arraigo por la cultura y las tradiciones y el respeto por  los personajes que labraron su historia. Aquí relato la historia de un par de ellos

Gabriel Sánchez Sorondo en el epílogo de su libro sobre la historia de amor y dolor que existió entre los artistas Diego Rivera y Frida Kahlo explica que una de las formas más humanas y a la vez divinas de representar la  mexicanidad es a través de estos personajes que le dieron la vuelta al mundo no solo por su arte y la manera como este los mantuvo unidos a lo largo de sus vidas, sino también por las huellas que fueron dejando en espacios que en la actualidad son inevitables visitarlos sin mencionarlos. Un paseo por la Ciudad de México es una lectura en imágenes de sus vidas, pues “juntos, componen y detonan una sinergia tan particular como la que surge del pueblo mexicano en su conjunto”.




El Palacio Nacional y los Murales de Diego
Esta imponente edificación que ocupa todo el lado oriental del llamado Zócalo del DF con sus más de doscientos metros de elegante fachada es la sede del  Gobierno de la República. A su derecha    La Catedral, un majestuoso edificio en piedra gris lo acompaña. El lugar fue construido sobre el nuevo palacio de Moctezuma II Xocoyotzin para ser convertido en segunda residencia privada de Hernán Cortés, quien por cierto también tiene su historia marcada no sólo haber conquistado el imperio Azteca sino por la relación que mantuvo con su traductora y concubina, una indígena llamada Malinalli Tenépatl, a quien la escritora   Laura Esquivel le dedicó un libro llamado La Mallinche, donde contaba entre fantasía, leyenda e historia el relato de amor que unió y separó a estos personajes.
El Palacio Nacional posee numerosos patios, con hermosos jardines y alberga varios gabinetes y despachos, pero lo que sin duda hace más interesante la visita a este sitio es la existencia de los murales que entre 1929 y 1951 realizara el famoso muralista Diego Rivera. En la entrada del edificio hay guías que por 80 $ caminan con el turista por la escalera monumental y las de la galería que cubren la primera planta, para mostrar las fabulosas pinturas que allí se encuentran plasmadas. Martha Camacho realiza este recorrido desde hace dieciocho años, dice amar la historia y eso se nota en la forma como va contando cada pasaje de la vida de su país. Explica que ver estas paredes es como admirar una película de la historia de su pueblo que pasa por la intervención norteamericana, la segunda intervención francesa, la reforma liberal de 1857, la lucha de la independencia de 1810 y la revolución mexicana. Comenta los ideales socialistas de Rivera plasmados en el espacio sur del cubo: lucha armada de campesinos y obreros, educación e iglesia. El mismo Carlos Marx dibujado en estas paredes señala al final de este espacio  a un campesino,  un obrero y un militar. Así se pasa fácilmente una hora conversando con ella sobre los relatos pasados de esta tierra, viendo también el corredor donde hay una muestra de distintas escenas de la vida cotidiana prehispánica en diferentes tiempos de la cultura mesoamericana.
Si alguien pregunta sobre Diego y Frida, ella comentará que se conocieron en la Escuela Nacional Preparatoria, muy cerca del Templo Mayor. Dirá que ese encuentro no tuvo relevancia para él, pues desde el andamio donde pintaba un mural de La Creación solo vería una niña que lo miraba trabajar que aparentaba apenas unos doce años, cuando en realidad ya tenía quince. Gabriel Sánchez Sorondo (escritor del libro El Amor entre el Elefante y la Paloma) afirma que al conocerlo Frida dijo “algún día tendré un hijo suyo”, cosa que nunca sucedió.
Martha cuenta que quien desee observar otras obras de Rivera puede dirigirse hasta la Secretaría de la Educación Pública  donde hay una serie de murales que cubren 1.600 m2,  fue allí donde en 1928 Frida nuevamente fue a ver al maestro para pedirle opinión sobre sus pinturas. Ese fue el comienzo de su tormentosa y la vez única historia de amor. Los murales dibujados allí ilustran temas del trabajo, la revolución, y la lucha social, así como la tradición folklórica, las fiestas, oficios tradicionales, la artesanía y los mercados.





Coyoacán: Legado Colonial en la Urbe
Para llegar a Coyoacán hay que tomar la línea 3 del metro; este sistema es una de las maneras más fáciles y cómodas de conocer una ciudad tan grande. La estación Viveros es el sitio indicado para acercarse a esta zona que aunque está dentro del DF pareciera un poblado separado; por si sola cuenta con unos trescientos sesenta mil habitantes, y aun cuando es grande conserva su aire de antaño, la pasividad de épocas pasadas. Ya en Viveros hay que subirse a un autobús que en su letrero diga “Coyoacán Centro” y simplemente bajarse frente al mercado de la delegación.
Siempre se dice que para conocer un pueblo es necesario visitar su plaza comercial, y esa es casi  una de las primeras cosas que se puede hacer en Coyoacán. Este lugar de una sola planta y con tres entradas fue construido en 1956 y en  sus cuatrocientos sesenta y cuatro  locales se puede hallar toda la tradición de un lugar arraigado a sus costumbres. Dulces, flores, ropa, verduras en una pulcritud casi increíble se pasean ante los ojos del visitante. Los colores, olores y sonidos en este sitio no incomodan, más bien se amalgaman en una misma nota musical que permite que el turista se deslice simplemente por estos espacios. Ese conjunto de voces que invitan a comer combinados con el aroma que sale de los calderos y finalmente la vista que advierte torres de tostadas y ollas con diferentes tipos de carnes completan la maravillosa sinfonía. Imposible comer una sola, pareciera que todos los sabores invitan a ser probados. Cochinilla, pata o camarones se ponen en una tostada de maíz sobre una cama de lechuga y tomate, el cliente lo acompaña con cualquiera de los tipos de picante que hay en los tarros sobre la mesa. Antonio Tabuchi en su libro Viajes y otros Viajes, no en vano dice que el chile es el verdadero elemento unificador y común de la cultura mexicana, “básico, indispensable en la cocina” y aunque hay quienes procuran evitarlos,  son omnipresentes, y más vale familiarizarse con ellos.
Coyoacán es considerado un espacio  mágico, lleno de historias, leyenda y cultura. Los  cientos de visitantes que llegan a este lugar a diario vienen atraídos por conocer un poco más de la vida de la pintora Frida Kahlo. El motivo principal de la visita casi siempre será La Casa Azul, lugar donde nació y murió la artista y donde además convivió en diferentes etapas de su vida con su esposo Diego Rivera. En el camino hay quienes se entretengan y no en vano con La Plaza Hidalgo para tomar fotos de sus hermosos jardines, sus  flores, su kiosco y  los niños que  corren de un lado a otro, todo como en una pintura del siglo XIX. La Casa de Cortés también llama la atención y  aunque se construyó doscientos diez años luego de la muerte del conquistador, la gente siente que visitar este lugar lo acerca un poco más a su historia y la de La Malinche, quien por cierto también tiene su morada conmemorativa detrás de la iglesia San Juan Bautista, al final de la calle Higuera. La tradición cuenta que allí vivió Doña Marina con Cortés.




La Casa Azul y sus Habitantes
El barrio tiene un aire intelectual, rodeado de librerías, cafés, galerías de arte, restaurantes y muchas zonas verdes. Finalmente  El Museo de Frida Kahlo aparece en la calle Londres; ingresando a él se puede entrar al universo más íntimo de la artista. El recorrido por el lugar incluye sus jardines, habitaciones, comedor, cocina y otros espacios donde convivieron “El Elefante y La Paloma”; allí están la cama de Kahlo sitio donde convaleció luego del accidente que marcó su vida para siempre, lugar donde comenzó a trazar sus primeras líneas. Están los utensilios de cocina, la mesa conde compartían las cenas luego de que Diego llegara de su labor diaria, están sus lienzos y oleos, detalles que marcaron su relación, pero sobre todo pareciera que se encontraran sus almas. Hay algunas obras de ella (se dice que Frida Kahlo pinto trescientas obras y la mayoría están desaparecidas; ciento cincuenta se encuentran entre México y Estados Unidos), unos cuantos dibujos del muralista, pinturas de otros artistas mexicanos, una tienda de suvenires y un espacio que proyecta documentales sobre la vida de la artista.
Esta casa fue una suerte de idas y venidas de la pareja, de peleas y reconciliaciones, de complicidad a las infidelidades de Frida y Diego, de inspiración para su arte, de hechos históricos. En esta vivienda recibieron en 1937 al político y revolucionario ruso León Trosky y su esposa. En esta morada él y Frida estrecharon lazos y se convirtieron en amantes. Aunque no fue en este lugar donde murió. Existe una especie de fortaleza en la calle Río Churubusco que hoy en día funciona como museo y que se designa como el sitio donde Trosky fue asesinado en 1940. Este también se puede visitar como los otros museos entre martes y domingo.







Anahualli: El Regalo de Diego
En 1942 cuando afirman algunos textos que la pareja entró en un aparente “rellano de paz”, Diego mandó a construir en las cercanías de Coyoacán una pirámide mexicana diseñada por él mismo que pretendiendo ser un rancho de descanso donde ellos pudieran cultivar sus propios alimentos, se convertiría después en una especie de mausoleos donde albergar sus ídolos. Rivera recolectó desde su regreso de Europa en 1920 una serie de piezas precolombinas, catalogadas como la colección más grande del país. Dicen que las buscaba el mismo, que escarbó en la tierra, que intercambiaba cuadros por lotes de piedras, que se las regalaban amigos;  lo cierto es que este sería el final perfecto para una visita por los andares de Rivera y Kahlo. La pirámide negra está construida en piedra volcánica y con influencias arquitectónicas de la cultura Teotihuacana, Mexicana, Maya y elementos contemporáneos.  Exhibe unas dos mil piezas de las casi sesenta mil propiedad del artista. Los tres pisos de la edificación recrean el inframundo con poca luz, la vida terrenal con luz natural que se filtra por las ventanas y el supra mundo con piezas de las Olmecas, Totonacas, Mixteca, Zapoteca y Mexica. En esta sección que conforma el segundo piso también se encuentra el estudio/taller de Diego, donde se exhiben los bocetos originales de algunas obras del artista como “El Hombre en la Encrucijada””, realizado para el Rockefeller Center de Nueva York y destruido en breve por figurar en él un retrato de Lenin.
En el techo de cada nivel se pueden apreciar unos mosaicos en piedra donde se representa a Quetzalcóatl y Xólotl, al hermano gemelo de Diego que murió de un año un medio de edad, ranas, sapos, hoz, martillos y el corazón de Diego y Frida. El artista supervisó esta obra hasta 1957 año de su muerte, cuando dicen que fue al encuentro con su Fridita que lo dejó tres  antes, luego de que su pierna se infectara de cangrena y fuera necesario amputarla por debajo de la rodilla. Se amargó, tomó más medicina para el dolor de la recomendada y aumentó la dosis de tequila, finalmente falleció de una embolia pulmonar. La última entrada de su diario reza: “Espero alegre la salida para no volver jamás”. Diego diría que ese sería el día más trágico de su vida; pese a esto contrajo nupcias con quien fuera su asistente, pero los que lo conocían aseguran que se marchitó poco a poco. Él había  pedido ser incinerado y que sus cenizas se mezclaran con las de Frida, en contra de su última voluntad fue sepultado en la Rotonda de Los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores, tumba que también que puede ser visitada de martes a domingo como el resto de los sitios que representan parte de la vida de las figuras más representativas del arte mexicano.










viernes, 16 de agosto de 2013

RELATOS CON SABOR /COCO TEA & WINE

COCO TEA & WINE:
LA HISTORIA DETRÁS DE LAS TAZAS



Caía la tarde y con ella llegaba el frío que acompaña casi siempre en horas vespertinas a la zona de El Hatillo, sector que forma parte del mapa de La Gran Caracas pero que a la vez pareciera distante no sólo por la autopista que lo separa, sino por  el tráfico constante que permite acceder a él de forma muy lenta. Por las escaleras mecánicas del centro comercial ubicado en la zona cercana a la plaza tradicional del poblado subía una mujer bellísima, como salida de una casa de modas europea. Su foulard ondeaba a medida que ascendía, llevaba un sombrero en la mano, se acercaba a la pequeña casa de té ubicada en el 5to piso del edificio. La dama llegó por recomendación, quería comprobar lo que le habían comentado.
Como siempre la mesa fue servida con esmero para colocar el festín de sabores y el paseo de olores que desprenden de las teteras con diversas infusiones. La taza escogida para la función de esa hora fue una muy especial. Había pertenecido a una dama de la “Caracas rancia” en el día de su primera comunión.
La mujer dio el primer sorbo y reconoció la pieza que tenía entre sus manos. Preguntó por ella al dueño del local quien personalmente atiende a sus comensales,  y él sonriente contestó que esta especial taza era un presente de su madrina. La memoria vino a ella “yo estuve en esa primera comunión” dijo. El resto de la merienda la dama disfrutó de los pocos rayos de sol que se colaban por el tragaluz del techo, probó  las delicateses servidas en la mesa, escuchó temas la jazzista Ella FitzGerald y se embulló en sus recuerdos.  Al final de su velada se fue complacida. La señora era Alicia Parés Urdaneta viuda de Estrada.
Relatos como este son los que pueden contar las 1.080 tazas que forman parte de la colección de David Hernández, un museólogo con vocación por el servicio que afirma ser feliz porque hace lo que le gusta, “esta es mi fiesta y mis clientes son mis invitados”.
Coco Tea and Wine es uno de los locales más particulares de Caracas, allí se pueden escoger entre unas cien infusiones traídas de la india y otros países lejanos; sobre la mesa se colocan caviar sobre pétalos de rosa, uvas rellenas de mostaza Dijon, palitos envueltos en jamón serrano, manzanas verdes con bolitas de queso de cabra, dulces variados, frutos secos… las tazas para tomar el té pudieron haber pertenecido a Rómulo Betancourt, Gerald Ford o Miguel Bosé. El ambiente invita a relajarse y vivir la fantasía que se revela ante los ojos. David comenta su propósito: “yo no pretendo nada con esta merienda, solo que disfruten”.
Cuenta quien aprendió de té gracias a una maestría en Inglaterra, pero más por su convivencia con una familia londinense que lo acogió, que esta infusión va más allá de sus propiedades sobre el cuerpo humano; para él y para quienes visitan su local, este es el momento de relajarse, el ritual donde dejan atrás las preocupaciones, donde se cuentan los secretos, donde se celebran los éxitos. Así lo afirma Lolita Octavio, quien con sus amigas asiste cada miércoles puntual a las cuatro a disfrutar de una tertulia en este café. Ella es una de las comensales que regaló a David una taza, él dice que algunas las ha obtenido en subastas, otras son obsequios muy preciados.
La de Lolita perteneció a su bisabuela, es una particular pieza de colores vivos donde predomina el rojo y el azul, el plato tiene una original forma ovalada que permite colocar galletas pequeñas a su lado cuando se sirve el té. La vajilla fue traída especialmente de Japón para la conmemoración de la hora del té en su familia: “Mis cuatro abuelos tenían diferentes nacionalidades, y los unía precisamente este ritual. Ese momento era sagrado en mi casa, todas las actividades se paralizaban y mis recuerdos más hermosos giran en torno a esas horas: mi abuela haciendo polvorosas, los mayores conversando, la gente querida reunida”.
Así estos relatos van saludando de mesa en mesa en boca de su anfitrión. David dice que sus tazas parecieran tener vida y escoger al cliente para contar su historia a través de sorbos. ¿Cuánto no podría saber de la política de este país la vajilla que se colocaba sobre el escritorio de Pérez Jiménez en sus reuniones?, ¿qué cuentos de amor, de decepción, o cuantas decisiones se habrán tomado ante cada una de las tazas que se exhiben en sus mostradores? En forma de pregunta responde David Hernández a su afición de coleccionarlas, cuidarlas y compartirlas cada tarde en su fiesta particular en el último piso de un centro comercial que ve apagarse el día a través de su claraboya  en una de las poblaciones más tranquilas de una capital que pareciera muy salvaje.













Texto: Erika Paz
            @erikapazr erikapaz.findesemana@gmail.com      
Fotos: Raymar Velásquez
            @raymarven raymarvelasquez@hotmail.com

LAS COORDENADAS
Coco Tea & Wine
5to Piso
Centro Comercial Paseo El Hatillo

LOS DATOS
-          Una merienda de té para 2 personas puede costar 600 Bs

-          El local atiende un poco más de 30 comensales por día

LOS CUENTOS DE MI TIERRA / NIQUITAO: DETENIDO EN EL TIEMPO


NIQUITAO: DETENIDO EN EL TIEMPO

Unos 25 kilómetros separan a Niquitao de la capital del municipio Boconó en el Estado Trujillo. Zona agrícola y de encantos andinos, envueltos en una temperatura de 16 °C, este sitio se muestra como uno de los lugares más apacibles que la vista haya podido observar. Un paseo por sus calles hace sentir a cualquier visitante caminando por la Venezuela de hace 400 años.


Alguna vez escuché que Trujillo potencialmente, era el estado más turístico de Venezuela, pues cada uno de sus rincones tiene un encanto particular y  que en general ese aire de población de antaño le otorgaba el encanto de seducir al turista. Amén del problema de su vialidad, ciertamente esta pequeña entidad ofrece una gama de paisajes que se pasean por todos los tonos de verdes, y el camino a Niquitao no es la excepción.
El recorrido desde Boconó  a este pueblito, como de media hora, permite al visitante regodearse entre siembras de hortalizas, flores, hombres a caballo, mulas llevando la carga, el verde de las montañas y al final, un pueblito como sacado de las páginas de un libro de historia. De esos de calles angostas, muchas de piedras, casas de techos altos con tejas rojas, envejecidas por el sol, y el lento andar de sus habitantes caminando por el lugar, como si el día tuviera más de 24 horas, o no hubiera algo más importante que hacer, que adornar la hermosa escena. Allí en ese pueblo alumbrado por el sol, aquel turista que busca tranquilidad, realmente la va a encontrar.



A Probar las Mantecadas
De una manera muy rudimentaria, los oriundos de este poblado viven a ratos del turismo, pues su principal actividad económica es la siembra. Pero si, realmente son trabajadores, como se caracteriza a los andinos. Por eso Isabel Moreno pensó que ella tenía que hacer algo con su tiempo de ocio, lo que no sabía es que su producto casero la volvería tan famosa. Cuenta Isabel que cocina mantecadas desde que tienen uso de razón y que recuerda como su papá las llevaba orgulloso en mula a otros estados vecinos cuando no existía la carretera. Esta es una especie de torta que se hace con una combinación de harina (de maíz pilado), huevos, mantequilla, entre otros ingredientes; se colocan en moldecitos cuadrados y se meten un horno de piedra que la familia Moreno ha visto en su casa desde que la adquirieron. El olor de este postre sale por las ventanas de la vivienda y así fue como llegaron los primeros compradores a llevarse sus mantecadas envueltas en papel encerado. Luego se dieron cuenta que Isabel y su hijo son coleccionistas de antigüedades, y así la gente no sólo fue comprando sino recorriendo la estructura colonial para apreciar maquinas de escribir de diferentes generaciones, lanzas que asegura su dueña, fueron utilizadas por los andinos en la lucha independentista, grilletes de la misma época, y periódicos desde la fundación de la prensa en Venezuela. Entre el paseo y la degustación de las mantecadas, la artífice del postre, habla, sonríe, se siente feliz de recibir visita y asegura que vivir en este pedacito de suelo es como estar más cerca del cielo.





De los Vinos y sus Sabores
Precisamente como este pueblo demoró en desarrollarse por la falta de vialidad, hasta hace no mucho tiempo, sus pobladores esperaban los encargos en arreo de bestias que traían y llevaban  mensajes y mercancía. Así  cuentan que  el inmigrante Elbano Batoni se quedó esperando un día los vinos encargados desde su lejana Italia. Decidió así entonces que fabricaría su propio licor. Pero como no había viñedos pidió a sus empleados que recogieran las moras silvestres que nacían a las orillas de los caminos y aplicando la receta de sus ancestros obtuvo un delicioso vino del mosto  de la mora.
De esta forma nació esta empresa familiar que se encuentra en una de las calles de Niquitao y la cual hoy en día los descendientes de Elbano, se encargan de gerenciar. Vinos Batoni se realiza con moras especialmente cultivadas y seleccionadas en una hacienda de San José de la Mesa y luego llevadas a la fábrica artesanal para “utilizar la receta del abuelo” y obtener vinos con diferentes aromas. Seco, semi seco y dulce. Quien pasee por la avenida Bolívar del pueblo, puede pasar y degustar cualquiera de estas presentaciones y si tiene suerte ver la parte del proceso de producción. Además de eso, el relato que cuentan orgullosos los nietos, de cómo su familia echó raíces en este pueblo y como pretenden seguir haciendo vida en este lugar las futuras generaciones.





Naturaleza y Aventura
La visita a Niquitao no se limita a recorrer sus calles sino también a visitar sus alrededores, y los más aventureros pueden hacer caminatas hasta la Teta de Niquitao, que se aprecia en días despejados desde el pueblo. Esta es llamado comúnmente por la comunidad Picachu, y los baquianos hacen organizan excursiones para que  aquellos que cuentan con condiciones físicas puedan emprender la caminata. Ese monumento natural (decretado así en 1996), ofrece el típico paisaje de montaña de arbustos, frailejones y pastizales. Es hogar de oso frontino y el águila real. Y permite a quien lo camina sentirse como ascendiendo por una escalera hacia el azul del cielo. En días soleados desde la cima se pueden ver los páramos merideños y el pico Humboldt, y alrededor lagunas y toda la virginidad de la naturaleza.


Venga y Quédese que hay Donde
No son muchas las opciones de alojamiento dentro del pueblo, pero si, en los últimos años los habitantes de Niquitao han visto en esta una opción de ingresos. La Posada Niquitao fue una de las primeras del pueblo. En una casa de más de 400 años, se instalaron 16 habitaciones alrededor de un patio central, adornado con flores y objetos antiguos que los dueños han recolectado para mostrar al huésped. Un restaurante cuya especialidad es la comida italiana  completa la oferta de este lugar y hace de la estadía una agradable experiencia. Un poco más nuevo es el hostal El Paramito del Medio, este es un complejo amurallado con 6 cuartos, todo decorado con ese estilo que llaman rústico. Un área al aire libre con sombrillas, sirve para servir los desayunos compuestos por pastelitos andinos, bollitos, café caliente y arepas de trigo con queso. Mucoposada Musí es también otra opción, esta pertenece a la red de posada Andes Tropicales que busca fomentar el turismo en las zonas rurales. Su dueño Battone Pujol, es además el cronista del pueblo. Y aparte de ofrecer dos habitaciones con capacidad para ocho personas le muestra a las personas más de la cultura e historia de su pueblo. Llevándolos a recorrer sus calles y los monumentos que para ellos son importantes.  El turista quizás  comience caminando hacia la iglesia dedicada a San Bernabé, pero en los relatos de Pujol advierta que el pueblo es devoto de San Rafael de la Piedrita; y culmine su recorrido por esta tierra a mitad de camino entre Niquitao y las Mesitas, donde se levantó el monumento dedicado a los héroes de la “Batalla de Niquitao”. En ese lugar que muchos utilizan para tomarse fotos, una estructura blanca sobre la cual se erige una especie de obelisco puntiagudo, representa la victoria de José Félix Rivas y sus Tropas en la época independentista;  y el orgullo de los trujillanos de haber formado parte de esta lucha.











LOS DATOS
-          Niquitao se encuentra elevado a 1937 m.s.n.m
-          La Teta de Niquitao es el punto más alto del estado Trujillo, con 4006 mts. de altura.
-          La batalla librada por José Félix Rivas y sus tropas, tuvo lugar el 2 de julio de 1813.
-          Niquitao fue fundado en 1626

SI VOY DONDE ME QUEDO
-          Posada Niquitao: (58)271-8852049 / 414-5926996 pina2mil@yahoo.com
-          Posada Paramito del Medio: (58)272-4150633

-          Mucoposada Musí: (58)271-8852069/416-2704261

LOS CUENTOS DE MI TIERRA / TINTORERO ENTRE COLORES


TINTORERO ENTRE COLORES

Cuando los europeos llegaron a estas tierras vieron con asombro como los indígenas eran maestros en el arte de convertir algodón en piezas utilitarias. Juan Evangelista Torrealba comenzó con la historia del tejido en el caserío de Tintorero a finales de 1.800. Su legado quedó en manos de Sixto Sarmiento quien fue su aprendiz. Ambas familias forjaron la tradición de un poblado que se mueve por sus costumbres, que honra a sus antepasados, que lucha por sobrevivir a fuerza de enamorar al visitante con sus tejidos.

Texto: Erika Paz
             @erikapazr
Fotos: Raymar Velásquez
            @raymarven

Es casi imposible no pararse en el mercado artesanal de Tintorero cuando se viaja por las carreteras del Estado Lara. Pues tanto el pueblo como su feria se encuentran al lado  la gran autopista que conduce hacia la zona de Carora. Allí todos los fines de semana (y muchas veces durante la semana) se levantan las santa marías de unos puesticos ubicados en una estructura de ladrillos y tejas, los habitantes del lugar arman sus tarantines en ese espacio habilitado desde 1986 para ellos, acomodan lo que han elaborado en sus casas y lo exhiben orgullos al turista que venga a visitarlos.
Dicen que el origen de Tintorero se puede buscar a finales del siglo XIX cuando Juan Evangelista Torrealba llegó a la zona de El Ermitaño con su esposa y al pie de ese cerro comienza a elaborar sus piezas, y se dedicó a preparar a sus hijos y a sus vecinos  para el  oficio. De esta forma fue como Sixto Sarmiento llegó a su taller, se convirtió en su ayudante y luego en uno de los nombres más destacados dentro de la historia del tejido de estas tierras. Con esto se dio inicio a la historia de trabajo de esta aldea artesanal que con los años aprendió a ser organizada y prospera.

Tejer es un Arte
Eso es lo que dice Alida Pérez cuando se le pregunta por el oficio que hace a diario. Ella aprendió la técnica de su esposo Euclides Montez quien es descendiente de los Sarmiento. En su casa, hijos, nueras, yernos, sobrinos y primos trabajan incansablemente a diario. Elaboran hamacas, chinchorros, manteles, cobijas y todo aquello que se pueda hacer bajo el auspicio del telar. Pasar por el área  donde se borda es como asistir a un espectáculo de baile. Los pies de cada trabajador parecieran sincronizados, las manos se mueven de un lado a otro buscando combinar los colores. Del aparato de madera saltan los tonos naranjas mezclados con el marrón, rosados se alternan con morados; rojos, azules y amarillos forman el tricolor venezolano.
Alida  ha tratado de llevar tanto color fuera de las fronteras de su estado, ha incentivado a los pobladores de Tintorero  a participar en ferias, es de aquellas mujeres que le gusta que se sepa que en este pueblito de no más de 400 habitantes se trabaja duro cada día.
Alida y Euclides venden las hamacas en 400 ó 500 bolívares, dependiendo del tamaño y forma. Casi todos venderlas al mismo precio. Tratan de mantenerlo porque están conscientes de que esto no es un producto de primera necesidad pero también saben que se trata de una obra de arte. Sin embargo, el problema de importación los afecta y tienen  que comprar materia prima al primero que la ofrezca sin importar el precio. Comenta ella que antes la lana se sacaba de las ovejas, se teñía de forma artesanal, con preparados de plantas y flores, pero que eso se perdió con el tiempo “por lo menos aun tejemos, y esperamos que nuestros nietos y sus hijos sigan manteniendo viva la tradición”.



De Todo en El paseo Artesanal
No solo del tejido vive Tintorero, hay que recordar que Lara es famosa por la variedad artesanal que prolifera de las manos de sus habitantes. Así que en el mercado de este pueblo se puede encontrar barro y madera trabajado de diferentes maneras. Luis Sequera tiene su puesto en la feria desde hace casi veinte años.  Se dedicó a fabricar piezas en gres. Dice que vende muy bien las vajillas y las cafeteras. Un juego de tazas en su puesto puede costar setenta bolívares. Él bendice estar en la entrada del paseo artesanal, pues casi todo el que pasa entra  a su negocio. Juan Carlos Concepción y Rosa Covena tienen su tiendita justo en frente el espacio que hace las veces de plaza central del mercado. Ellos trabajan hace 11 años allí ofreciendo artículos hechos a base de tagua. Rosa llama a esta semilla marfil vegetal y dice que es traído  del Amazonas. Con esta su esposo hace pulseras, collares, llaveros y recuerdos. Ella les graba  nombres, sus hijos ayudan a lijar y dar forma  a las piezas y entre todos atienden el local donde ofrecen artículos que cuestan entre cincuenta y doscientos bolívares. Ella cuenta que se vino de Barquisimeto a buscar un lugar más tranquilo para trabajar y formar una familia y aquí lo consiguió.





Para Comer Bien
No solo para comprar adornos, hamacas, ollas de barro e instrumentos musicales sirve una visita a Tintorero. También se pueden probar platos típicos de la gastronomía larense y otros tantos que allí se han inventado. En el mercado se encuentran ventas de cachapas,  helados, panes y dos restaurantes. Agua de Manantial es uno de ellos. Néstor Guerrero es un merideño prestado a este suelo desde hace catorce años,  especializado en la fabricación de artículos en madera decidió unir su arte con la gastronomía. Su local es un punto de referencia y parada de muchos conductores cuando pasan por la zona. Allí venden ovejo al horno, pabellón y chivo; también  ofrecen  un plato que Guerrero asegura es especial, lo llamaron Primavera de Pollo y se trata de una pechuga  que lleva jamón, queso y crema de maíz al que acompañan con arroz, ensalada y tajada. Dice que él y su esposa lo inventaron y hoy en día es el producto que identifica su restaurante.
Cuenta  Néstor que aunque el fuerte de la zona es el tejido, todo tipo de artesanía es bien recibida y por ello el lugar se ha convertido en un centro artesanal por excelencia en Venezuela. Pero más allá de eso Tintorero es una población donde la cultura es materia obligada, donde cada habitante tiene la responsabilidad de pasar el testigo de generación en generación, donde todos han enfocado el concepto de comercialización en base al trabajo colectivo, lo que les ha permitido ofertar más que artículos, pues la sonrisa amable son el mejor regalo para la persona que hace un alto en el camino para visitarlos.


EL DATO
-     Tintorero se ubica a unos 20 minutos de distancia de la ciudad de Barquisimeto
-   -  En Tintorero se realiza cada año a principios del mes de agosto una feria internacional que con exponentes de diversas partes de América.

-  - Su nombre deriva de las tinturas naturales que utilizaban los indígenas gayones, ayaguas, cámagos,               coyones, caquetíos y jiraharas.